miércoles, 24 de agosto de 2011

Entendiendo la Potestad Delegada

He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. (Lucas 10:19)

Este versículo bíblico nos habla de una potestad dada por Jesucristo a todos aquellos que somos hijos de Dios. Pero, ¿Entendemos a lo que se refiere realmente? Cristo vino al mundo a cumplir la mayor misión que nadie jamás tendrá. Cristo vino a establecer el Reino de los Cielos en la tierra y a salvar nuestras vidas de la condenación a la cual estábamos irremediablemente condenados.  El enemigo tenia capturadas nuestras vidas, cegadas y aun sumergidas en la esclavitud máxima, nada podía remediar nuestro terrible fin, solo Jesús, el hijo de Dios era el único que podía traer esta libertad de la cual gozamos hoy en día. Aun a pesar de esto, el diablo busca hacernos caer, intenta seducirnos con lo que el mundo nos puede entregar, y como dice la biblia, él vino para robar, matar y destruir. Jesús sabía esto y es por eso que nos dio la autoridad para combatir las huestes de maldad. Nos equipo para “hollar serpientes y escorpiones”, nos dio el señorío por sobre las “fuerzas del enemigo”. Pero lo relevante de esto es que este poder debe ser utilizado. Para esto, debemos primero que todo, tener la convicción en nuestros corazones de que nuestro Señor puso en nosotros esta autoridad delgada. Debemos tomarnos de la palabra de Dios y avanzar en esta batalla espiritual, porque Dios está con sus hijos y nada nos dañara. Un guerrero del Señor debe identificar a su enemigo, debe entender que la guerra no es natural, sino espiritual y por tanto nuestro enemigo no son las circunstancias, no son las personas que nos rodean, sino que es una batalla  contra Satanás. Hacia él deben apuntar nuestras armas, esa es la dirección correcta. Una vez apuntadas nuestras armas debemos orar intercediendo en el nombre de Jesús para que el sea tomando el control. Para que el pelee por nosotros. No son nuestras fuerzas sino que es Dios mismo moviéndose a favor de nuestra causa. Debemos poner el  poder de Dios obrando a nuestro favor. Esta potestad fue delegada por nuestro Señor para que la podamos ejercer en victoria. Amen

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