jueves, 31 de marzo de 2011

Devocional Jueves 31 de Marzo. Semana de Santidad "Edificando Sobre El Fundamento Sólido"

EL AMADO Y SU VIÑA
 “Tenía mi amado una viña en una ladera fértil. La había cercado y despedregado y plantado de vides escogidas; había edificado en medio de ella una torre, y hecho también en ella un lagar; y esperaba que diese uvas, y dio uvas silvestres” Isaías 5:1-2

Isaías nos cuenta de un hombre que tenía una viña en un monte fértil, que con dedicación preparó la tierra, la limpió de piedras, le puso una cerca para guardarla y luego plantó vides escogidas. Nos podemos imaginar que el anhelo de este hombre era que sus vides diesen uvas dulces, hermosas, deseables y de buen sabor, porque entendemos según el relato, que para eso se esforzó tanto. Pero hubo un problema…cuando fue a cosechar ¡se dio cuenta que sus vides dieron uvas silvestres! ¡Qué decepción!, tanto esfuerzo y dedicación para que el resultado no fuera el esperado. ¿Pero, que salió mal o en que se equivocó este hombre? O hasta podemos preguntarnos ¿qué diferencia hay entre las uvas dulces y uvas silvestres, si ambas son uvas y se pueden comer? Isaías 5:3-4 nos responde la primera interrogante: “Ahora, pues, vecinos de Jerusalén y varones de Judá, juzgad ahora entre mí y mi viña. ¿Qué más se podía hacer a mi viña, que yo no haya hecho en ella? ¿Cómo, esperando yo que diese uvas, ha dado uvas silvestres?”. Hasta este hombre no entiende que pasó si él entregó todo, hizo todo lo que era necesario, incluso podemos pensar que si pudiera haber hecho más lo habría hecho.

La otra interrogante está en cual es la diferencia tan grave entre las uvas y las uvas silvestres que pudo causar tanta decepción en este hombre. Esto lo podemos entender a partir de sus características: ambas pueden tener el mismo aspecto físico (color y tamaño), pero la uva silvestre tiene un hollejo ácido y su sabor es poco apreciado, su consumo es familiar y común. A diferencia de las uvas que son dulces, apreciadas para usos especiales como la exportación y la fabricación del vino. Ahora podemos comprender mejor a este hombre, ya que esperando con ansias sus frutos dulces y placenteros, al probarlos sintió un sabor agrio y desagradable. Lo preocupante es que de aspecto estos dos frutos parecen iguales. Entendemos por la palabra que este hombre del que habla Isaías es Dios y las vides representan nuestras vidas (Isaías 5:7). Si nos comparamos como hijos de Dios con esta viña podemos ver que Dios nos puso sobre tierra fértil (Jesucristo) nos limpió, perdonó, borró nuestras rebeliones, hizo vallado alrededor de nosotros y nos apartó de las tinieblas. Pero hoy debemos revisar nuestras vidas y pensar que tipo de fruto estamos dando, ¿es el que Dios espera? (fruto se refiere a todo lo que haces y dices, tus actitudes, tu servicio, tu adoración, tu obediencia, etc.), ¿qué sabor tiene nuestro fruto?, ¿será como éstas uvas que parecen en aspecto buenas y hermosas, pero al probarlas son diferentes? 

Analicemos nuestro fruto para que no desilusionemos a Nuestro Dios. Seamos verdaderos, porque cada cosa que hacemos llega delante de Él puesto que al igual que éste hombre, Dios quiere disfrutar de un fruto agradable, no solo de lo que se ve, sino del sabor de nuestros actos.

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