“Los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono diciendo: Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas”. Apocalipsis 4:10-11
No hay otra forma de alcanzar la gracia y la misericordia de Dios, sino a través de lo que para Dios es la actitud más hermosa y sublime, la humillación. Entendiendo por humillación al acto de rendición y adoración a alguien, al que se respeta, se debe obediencia, sumisión y reconocimiento. Los veinticuatro ancianos aunque tenían coronas, vestían vestiduras blancas y estaban sentados en los lugares de gloria alrededor del trono de Dios, los vemos claramente en un acto de sumisión, de rendición a Dios, lo reconocieron como mayor que ellos, como el Poderoso quien tiene el poder y la autoridad para hacer y deshacer todas las cosas según Su voluntad.
Algo que Dios reclama a su pueblo en muchos pasajes de la Biblia, es la falta de humildad en los corazones de sus hijos. En Isaías 57:15 dice: “Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados”. Dios tiene una Adoración en el cielo gloriosa. Dios no requiere de nosotros para ser Dios, para sentirse bien o agradado, pero nuestro Rey nos está dando una clave para llegar a sus atrios y habitar en su presencia, y lo dice claramente en este versículo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, por lo que a los que anhelamos “Subir al Monte Santo” (Isaías 57:13b), debemos tener estas dos cualidades en nuestras vidas: primero, reconocer que hay alguien superior a nosotros quien tiene el dominio, la soberanía y la autoridad no solo en nuestras vidas sino en toda la creación (humildad de espíritu); y segundo, que seamos capaces de humillarnos hasta lo sumo, hasta no poder más, hasta que nuestros propios deseos sean quebrantados y comience a vivir en nosotros el corazón del Padre (corazón quebrantado). Dios continúa diciendo que nos hace habitar con El, “para” vivificar nuestro espíritu humillado y nuestro corazón quebrantado. No obstante, en el versículo 14, nos dice que antes de que habitemos con El, debemos quitar lo que nos hace tropezar, despejar nuestro corazón, limpiarlo de toda altivez, de todo orgullo, de todo espíritu de superioridad que no nos deja entregar toda la gloria y la honra a Dios, además que nos estorba al momento de querer adorar de la forma que Él desea en este tiempo.
Por esto debemos Orar, buscar su palabra, adorar, tener comunión con el Espíritu Santo todos los días, ya que así, no sólo demostramos nuestra rendición a Dios declarando con nuestros actos que dependemos de El y reconocemos su gobierno, autoridad y soberanía, sino también barremos (limpiamos nuestro corazón de pecado), y quitamos los tropiezos del camino de nuestras vidas (el orgullo, la altivez, y todo espíritu de superioridad). ¡Que esperamos!, Dios quiere que habitemos con El HOY.
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