“Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido
por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga
fuimos nosotros curados.”
Isaías 53:5
Siempre que leemos este
versículo bíblico, viene a nuestra mente la sanidad que Jesús nos da de las
diversas enfermedades que puedan venir a nuestro cuerpo. Pero la sanidad de la
que nos habla esta palabra es más amplia que esto. Nuestro Señor Jesucristo,
fue herido y condenado a sufrir los mayores padecimientos para que también
nuestra sanidad espiritual fuese efectiva.
Cristo vino a este mundo y
dio su vida como sacrificio por el pecado para rescatar todo lo que Adán perdió
en el Edén. Él vino para destruir todas las obras del diablo que atormentan
nuestro cuerpo, pero también nuestra alma, nuestro espíritu y nuestra mente. Es
por esto que cuando recibimos a Jesús como nuestro Salvador, Dios restaura no
solo nuestro cuerpo, sino también nuestra mente y de la misma forma, todos los
derechos y privilegios que Él determinó desde el principio que fueran nuestros.
La sanidad que Cristo pagó en la cruz se refleja en un cuerpo sano, pero
también en una mente carnal reformada a Su mente, y como efecto directo de esto
en una comunión estrecha con Dios, en una vida próspera en todas las áreas,
entendiendo la prosperidad como el
resultado o evidencia visible del favor de Dios
sobre nosotros.
Frente a esto, no debemos
olvidar que aunque Jesús ya hizo la obra redentora en nosotros, es labor de
cada hijo de Dios hacer cumplir la derrota del diablo, meditando diariamente en
la palabra del Señor para así provocar que nuestra mente se llene de fe,
logrando hacerla vida en nosotros.
No olvidemos que como dice
Santiago 4.7, si resistimos al diablo, él huirá de nosotros. Así como Jesús lo
hizo cuando estuvo en la tierra, tomemos el legado que El nos dejó.
Aprovechemos sus bendiciones y por sobre todo, cumplamos nuestra labor aquí en
la tierra, siempre guiados por el Espíritu Santo, el cual nos perfeccionará
hasta activar por completo en nosotros la mente de Cristo. Amén.
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