“Porque a los que
antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la
imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos”
Romanos 8:29
Romanos 8:29
Dijo Abraham Lincoln: “Casi todos los hombres pueden soportar la adversidad, pero si quieres probar el carácter de un hombre, dale poder”.
No es raro ver que
edificios muy altos y llamativos se derriban por una pequeña grieta en sus
bases. La mayoría de los ejecutivos de empresas opinan que la integridad es el
factor determinante del éxito. Las actitudes no son sino el reflejo de nuestra
integridad. Quizás un título nos abra la puerta hacia un lugar de influencia,
pero un carácter transformado nos mantendrá en ese mismo lugar. No cumpliremos
el propósito generacional con una buena imagen o reputación, solamente lo
cumpliremos con un testimonio y un carácter transformado a la imagen de Jesús,
que hable más fuerte que nuestras palabras. Cuando Dios creó al hombre le dio
un sentido de propósito al decirle que se multiplicará, y le dio autoridad para
desarrollarlo al permitirle señorear y sojuzgar la creación. Pero eso no
significaba que todos los seres humanos serían iguales. Cada uno de ellos sería
una obra inédita, especial, original.
Dios, como el Alfarero
universal, proyecta el diseño de cada vasija conforme a Su propósito eterno.
Mientras dura el proceso de transformación, Su mano le da forma para que éste
se lleve a cabo y se logre con excelencia. Mientras gira la rueda, Su estilo es
impregnado en la vasija de barro. Por último, un soplo de aliento de vida
pondrá el toque final.
Estemos preparados,
listos para que Dios nos llame a cumplir el propósito de Reino en esta
generación. Mientras lo hacemos, Su Espíritu nos transformará y nos dará u
corazón de rey.
En el día de hoy,
examina tu vida delante de Dios y pregúntale cómo está tu carácter.
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