“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado” Efesios 1:3-6
La palabra nos enseña que Dios Padre nos ha otorgado toda bendición espiritual, nos ha concedido lo necesario para hacer su voluntad y extender su reino, beneficios que encontramos en la victoria de Cristo. A través de Jesús fuimos escogidos para ser consagrados a Dios y apartados del pecado, y lo más importante: fuimos adoptados por Dios. Al adoptarnos como hijos, Dios realmente nos hace hijos suyos y herederos de los bienes y promesas hechas a su pueblo Israel. Tú y yo somos personas bendecidas por Dios. Él dispuso todas las cosas para que fuésemos suyos y al ser suyos nos entregó todas las cosas a través de Jesucristo nuestro Señor. ¡Qué privilegio tenemos de parte de Dios! quien nos dejó en este tiempo dentro de su iglesia, la novia escogida por Dios, la heredera de sus promesas de quien la palabra misma declara: “la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.” (Efesios 1:23).
Como cuerpo de Cristo fuimos llamados a ser la plenitud de Cristo, el reflejo de su imagen y de su gloria. Levantémonos como ese pueblo escogido, que toma las bendiciones de Dios y proclama al mundo la gloria de nuestro Señor.
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