MORIR A NOSOTROS
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo,
mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del
Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” Gálatas 2:20).
El amor de Cristo nos señala un
objetivo fundamental a seguir, el cual es reconciliar al mundo con Dios. El
“constreñir” como dice Corintios tiene diferentes acepciones entre ellas
están:
«Porque el amor de
Cristo nos apremia» ; «El amor de Cristo gobierna nuestras vidas» y «El amor de Cristo domina nuestras vidas».
Esta última es una frase muy decidora, pues nos confronta con la verdad que
controla nuestras vidas. El apóstol Pablo fue quien escribió Gálatas 2:20. Es sin duda uno de
las claves en la vida de Pablo al evangelizar a su generación. El morir a el
mismo permitió que Cristo gobernara su accionar y esto no fue sin fruto. El
amor de Cristo dominó la vida de este apóstol y fue también su disposición a
morir a él lo que le permitió accionar en amor y recoger mucho fruto.
Es cierto también que no
todos a los que Pablo habló se convirtieron (Hechos 26:27-28; 2° Corintios
2:15-17), pero el amor, denuedo, la valentía y el respaldo de Dios hacía ver la
realidad del evangelio e impactar la vida de los demás, por lo tanto no te desanimes
cuando no te encuentras con una respuesta favorable al momento de hablar de
Cristo, solo sigue adelante. No lo ocupes como una excusa para no volver a
hablar de El, sino úsala para buscar más a Dios y entender que el tiene el
control de todo.
Por tanto, respóndete la
siguiente pregunta. ¿Qué domina tu vida? ¿alguna preocupación, temores, afanes
de esta vida, indiferencia a las cosas
de Dios?
Pablo fue dominado por
amor de Cristo, debido también a un encuentro personal con El Señor. Jesús, el
mismo que dio la gran comisión fue también el que se reveló a Pablo a través
del Espíritu Santo y es el mismo que nos señala que su amor es lo que nos debe
motivar y dominar nuestras acciones para proclamar efectivamente su palabra,
las cuales son las buenas noticias de Dios.
Dejemos que el amor de
Cristo domine nuestras vidas y
rindámonos ante el todo nuestro ser.
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