ÉL
YA CONFIÓ EN TI
Más no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en
mí por la palabra de ellos. Juan 17:20
¿De qué sirve
orar por los perdidos? ¿Para qué predicar tanto sobre evangelismo? ¿Por qué se
organiza un mes de Santidad enfocado en la gran comisión? Podríamos pensar que
la Iglesia de Jesucristo tiene ya muchos problemas como para estar pensando en
aquellos que se están perdiendo, e incluso nosotros mismos tenemos bastantes
problemas como para pensar en otras personas. Sin embargo, debemos recordar que
nuestra ciudadanía no es de este mundo, y que los privilegios traen consigo
responsabilidades.
En la oración
que Jesús hace por sus discípulos declara que los protegió y les enseñó para
que ninguno se perdiese y que, así como el mismo Jesús fue enviado al mundo,
ellos fueron enviados también. Y el mandato se hace extensivo bajo la autoridad
absoluta de Dios que le fue dada en el cielo y en la tierra: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas
las naciones” Mateo 28:19. Sin
duda que no todos irán de misioneros a otros países, pero si tenemos nuestro
propio campo de acción; nuestra familia, vecinos, amigos, compañeros de
trabajo. Pero, muchas veces se nos hace más fácil pensar que la gran comisión
es difícil e incluso imposible de cumplir y nos quedamos cómodamente esperando
a que otros se muevan por nosotros. Dios no te pide lo imposible ni lo extraordinario,
porque de eso se encarga Él, nuestro Dios sólo necesita de nuestra obediencia a
toda prueba y Él se encarga del resto.
¿No resulta
impresionante que hace más de 2.000 años Cristo confió en que a través de ti y
de mi, otros conocerían Su Nombre? ¿No te resulta frustrante pensar con qué
facilidad defraudamos la confianza que Cristo depósito en nosotros? La
confianza de Jesús en su Pueblo se basa fundamentalmente en que Él nos dejó las
herramientas y las armas para desarrollar esta tarea y, sobre todo, que nos
hizo enteramente aptos para ella. Él ya confió en ti.
Nuestro
esfuerzo es la mejor garantía para Dios de que has puesto la mano en el arado,
que no mirarás hacia atrás y que seguirás a Jesucristo (Lucas 9:62).
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