El propósito
eterno de Dios con el hombre ha sido el poder relacionarse con El, pero como sabemos el hombre perdió esa posibilidad por consecuencia del pecado. Dentro
del plan maestro de Dios para salvar a la humanidad envió a su Hijo Jesús quien
nos acercó nuevamente a Él. Algunos pocos tuvieron el privilegio de compartir y
aprender de Él directamente, sin embargo Dios tenía algo
aún más glorioso reservado para nosotros a través del Espíritu Santo.
Ahora es cuando todos nosotros podemos tener a Cristo
habitando por la fe en nuestros corazones y en esto consiste tener la mente de
Cristo, en darle el lugar que le corresponde al Espíritu de Dios en nuestras
vidas. Nadie conoce mejor la mente de Cristo que El Espíritu Santo. El Señor mismo
lo declaró “Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no
vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.” Y otra vez dice: “El
me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.” (Juan 16:7 y 14
respectivamente). El Consolador es la persona más indicada para tomar
los pensamientos de Cristo y ponerlos en nuestras vidas, entendiendo a través
de la palabra que Él es quien nos guía a toda verdad.
En muchas
ocasiones nos vemos sobrepasados por las circunstancias y no entendemos por qué
nos pasan siendo que la respuesta realmente no es tan complicada. Tomémonos un
tiempo para responder a estas preguntas: ¿Realmente le he dado lugar a los
pensamientos y la voluntad de Dios en esa situación? ¿Me tomé el tiempo para
preguntarme que es lo que piensa Dios de las decisiones que estoy tomando? ¿Me
he dejado direccionar por el Espíritu Santo? Bueno déjame decirte que en la
mayoría de los casos la respuesta que encontramos a estas interrogantes es NO, porque actuamos en lo natural y no
dejamos que el Espíritu Santo nos direccione.
La palabra del
Señor dice: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice
Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que
esperáis.”(Jeremías 29:11) y en otro pasaje añade: “Porque
mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos,
dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos
más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros
pensamientos.”(Isaías 55:8-9) No nos dejemos influenciar por nuestros
propios pensamientos. Necesitamos tener la mente de Cristo porque lo que en
ella hay siempre superará lo que nosotros podamos pensar, querer o soñar.
Démosle el lugar
que le corresponde al Espíritu Santo de Dios en nuestras vidas, seamos
espirituales y no carnales. No seamos sabios en nuestra propia opinión para que
antes de movernos en lo natural le preguntemos a Dios que es lo que piensa,
pues El espera de nosotros madurez a fin de que esta palabra sea viva en
nosotros.
“Más
nosotros tenemos la mente de Cristo.” 1 Corintios 2:16b.
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